Si hay una palabra que pueda definir la cocina de Ferran Adrià y su restaurante El Bulli, considerado por la mayoría de críticos como el mejor del mundo, es la magia que convierte lo cotidiano en irreconocible. Ahora, ese secreto sale a la luz en el documental "El Bulli: Cooking in Progress". Antes de que Adriá anunciara un paréntesis de dos años y su transformación en una Fundación, El Bulli abría sus puertas durante seis meses, en la temporada estival, y las volvía a cerrar en invierno para que Adriá y su equipo pudieran trabajar en el siguiente menú. Porque en este restaurante con tres estrellas Michelín, ningún cliente come lo mismo dos veces.
En uno de esos períodos, durante la temporada 2008-2009, la cámara del cineasta alemán Gereon Wetzel se coló entre los fogones de El Bulli durante 15 meses, capturando cada paso del proceso creativo que acaba convirtiéndose en un menú de hasta 35 platos tan sorprendentes como apetecibles.ver los avances
En uno de esos períodos, durante la temporada 2008-2009, la cámara del cineasta alemán Gereon Wetzel se coló entre los fogones de El Bulli durante 15 meses, capturando cada paso del proceso creativo que acaba convirtiéndose en un menú de hasta 35 platos tan sorprendentes como apetecibles.ver los avances
"La primera semana resultó muy difícil, estábamos literalmente 'lost in the kitchen' (perdidos en la cocina)", dice Wetzel durante la presentación del filme en San Sebastián. "Quizá la forma de trabajar no sea tan espectacular, pero el resultado es mágico, recuerda a los pintores en su búsqueda de nuevas posibilidades".
¿Qué podemos hacer con un caqui?, pregunta Adriá a su jefe de cocina, Oriol Castro. Acto seguido, la maquinaria de esta especie de laboratorio de alquimia situado en la cala Montjoi comienza a desgranar un abanico de sabores y texturas mediante procesos de deshidratación, fritura, tratamiento por vapor o vaciado del aire.
Y el resultado es fascinante: brotes de pino con miel y cristales de sal, langostinos de té con anémonas de caviar, canapés de jamón y jengibre o una vinagreta helada con mandarinas y aceitunas verdes. Todo es posible en El Bulli.
Sin embargo, "la gran contradicción de hacer un documental sobre cocina es que uno muestra todos esos sabores sin poder probarlos", señala Wetzel, que no se considera a sí mismo un "gourmet", sino un curioso del proceso creativo de un artista como Adriá. Por eso, en "El Bulli: Cooking in progress" no se ven las reacciones en las mesas del restaurante. "Para mí, filmar a la gente cuando come tiene algo de pornografía, y nosotros queríamos mantener una distancia crítica con el restaurante", añade el cineasta.
El documental, que no llegará a las salas de cine españolas hasta 2012, fue presentado en la nueva sección 'Culinary Zinema' del festival de San Sebastián, que continúa la senda marcada por la Berlinale con su innovadora propuesta de combinar cine y gastronomía. No en vano, San Sebastián y sus alrededores albergan la mayor concentración de estrellas Michelín por metro cuadrado en el mundo. "Sumado a que tenemos un festival de la máxima categoría, era sólo cuestión de tiempo juntar ambos aspectos", afirmó el director del certamen, José Luis Rebordinos, que debuta este año en el cargo.
En total, siete largometrajes y un corto integran esta sección que plantea un recorrido por los secretos del mejor restaurante de sushi, los vinos argentinos de Mendoza, el arte de un 'chocolatier' francés o la transformación de un menú gastronómico en toda una experiencia musical. Cine para chuparse los dedos. www.elbullimovie.com
dpa ELENA BOX
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