Presumo de haber estado en alguno de los mejores restaurantes donde las vistas panorámicas que se ven desde ellos son lo primordial, en algunos de estos también la comida, tal es el Caso del restaurante del hotel Hasler en Trinita de Monti de Roma donde podemos admirar una espectacular vista de la ciudad eterna, o de la extraordinaria vista de Barcelona desde el restaurante Miramar o desde la torreta del puerto suspendidos a 75 metros de altura.
Todos recordamos en
Hablando de restaurantes de vistas anoten el Club de Pesca de Cartagena de Indias, no sólo por la vista de la bahía y sus murallas y el reflejo de la luna y las estrella en los mares del Caribe, sino también por su singular ubicación en una esquina de las murallas cartageneras, donde por si solas ya crean el ambiente y la decoración.
En su web http://www.clubdepesca.com/principal.html se habla de un sitio único y es así , fundado hace ya mas de 50 años por un italiano, Don Humberto Benedetti,, que no oculta el fisco de un buen dueño de buen restaurante, esta situado en la Manga, enclavado dentro de una de las esquinas del fuerte de San Sebastian del Pastelillo. Construido en 1743 para la defensa de la Ilustre ciudad de Cartagena de Indias.
Loado el sitio pasemos a hablar de la gente que nos sirvieron, no se el nombre, y al alzarnos de la mesa ya no estaba (se hubiera llevado una muy buena propina), para mi una de las mejores meseras que he conocido en este ir y venir americano. Ella más bien bajita, flaca y criolla morenita sin ser negra, simpática sin ser empalagosa, amable y sobre todo una gran profesional, le gustaba su trabajo y lo hacia muy bien, quizá ella no sepa que haciendo lo que hace así de bien y cuidando las cosas pequeñas con este afán de servir puede ganarse el cielo, solamente ofreciendo a Dios cada día este su quehacer.
La flaca así la llamaré, pues el ambiente daba para estar escuchando la canción de Jarabe de Palo, nos orientó en lo que la gastronomía del Club de Pesca nos ofrecía. Yo opte por lo el pescado de la Bahía que en temporada es Róbalo. Mis acompañantes optaron por una especie de “tutifrutti” de marisco a la cartagenera, un combinado de marisco, coaktail de camarones filete de pescado a la criolla langostinos arroz con coco sobre corteza de tatema y patacones. De lo cual dimos cumplida cuenta, por la cara de mis acompañantes su plato estuvo exquisito y el mío también, pero en honor a la verdad me pareció algo escasa la ración, y así se lo hice saber a la Flaca que profesionalmente recogió mi único ladrido.
Todo esto fue cumplimentado, Cómo no, con un Sauvignon Blanc, botella modesta en el precio, después de ver el resto de la carta, y de la viña más grande en ventas en Sudamérica y segunda en el mundo del vino, de la viña chilena Concha y Toro un Casillero del Diablo.
No es que fuera el mejor blanco de la carta que había otros muchos, es que no quería que mi amigo Paco se fuera con la cartera rota. Ya que la amplia carta de vinos del Club de Pesca es espectacular y sobre todo en Blancos pues el maridaje de los blancos con el marisco y pescado es obligatorio. En tintos hasta mis paisanos estaban representados con lo mejor Vega Sicilia de Ribera del Duero en su etiqueta Valbuena eso si a casi 500 usd $, una de las mas caras en la carta.
Los humillos del infierno en su forma de Sauvignon Blanc maridaron horizontalmente (maridaje de un vino con todos los platos) y a la perfeción con la buena cocina de los fogones que están pegados a las murallas del fuerte de San Sebastian del Pastelillo; y hablando de pastelillos llego el postre un volcán de chocolate con nata, que compartimos entre todos, mientras agotábamos las últimas lágrimas del “angel caído”.
La conversación muy interesante y de personas, sabias amables y grandes profesionales que al día siguiente en un foro organizado por una importante institución internacional, teníamos que sacar nuestros títeres a un público exigente.
Por eso no pudimos aprovechar hasta el amanecer el estelar momento, lo de estelar es por las estrellas que se reflejaban en las bahía, pero también estelar por la música del guitarrista, que apostado en una torreta del fuerte -cual vigía de antaño oteando el horizonte en busca de barcos piratas- rasgaba las cuerdas con punteos que parecían sonidos emanados del mismo Paco de Lucia cuando interpreta “entre dos aguas”.
Total que es uno de estos templos gastronómicos que no hay que dejar pasar, mejor por la noche que con sol, un lugar que por su enclave, su servicio y su buen manjar tiene que anotar en su moleskine. Pero si hay algo de lo cual nunca me olvidaré es de la profesionalidad de la flaca algo difícil de encontrar y más en esta América que de norte a sur hay mucha y buena materia prima, regulares fogones y un más malos que buenos servicios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario