Hay cada vez más redes sociales
que unen a gente que ama cocinar con gente que ama comer. Una suerte de
Facebook de restaurantes a puertas cerradas donde es posible compartir una cena
casera con gente nueva.
Esto es como un “gente que busca
gente” pero con una temática exclusivamente gastronómica. Redes sociales, como
Facebook, que en lugar de vincularnos con insufribles compañeros del colegio o
con colegas nuevos del trabajo que no se conforman con LinkedIn, nos conecta
con otros amantes de la comida no sólo argentinos, sino de todas partes del
mundo. La tendencia ya fue bautizada con el nombre de “mealsurfing”, inspirada
en el coachsurfing, esa generosa costumbre de recibir viajeros en casa a cambio
de nada más que educación, higiene y amabilidad.
De acuerdo con un estudio de
mercado de la agencia de publicidad J.Walter Thompson, el mealsurfing es una de
las tendencias de 2013 relacionadas con el aumento de servicios de hospitalidad
globales, como el carsharing (compartir autos) y el intercambio de departamentos.
La premisa del mealsurfing es
ofrecer un programa distinto e innovador que sea algo más que simplemente salir
a comer a un restaurante. El sistema se basa en las ganas de un anfitrión de
organizar una comida. Según Bermúdez, los que cocinan son mucho más de los que
creemos. No son necesariamente chefs, sino aficionados que aprendieron
practicando en sus casas o que van a una escuela. Todos con ganas de recibir a
amigos que se sienten a una mesa divertida y ruidosa donde las bandejas
circulen tanto como las palabras.
¿Pero acaso el mealsurfing
consiste en invitar a desconocidos a comer gratis en casa? No, nunca tanto: la
generosidad tiene un límite. La idea es que las pasiones de cocinar y comer se
unan en una mesa multiétnica y que todos salgan ganando. Por ejemplo, un alemán
aficionado a la gastronomía con domicilio en algún barrio de Berlín, que no
necesariamente tiene que ser cocinero profesional, puede organizar una comida
en su casa, publicarla en alguna de estas redes sociales, definiendo menú, precio
y cantidad de comensales. Un sibarita argentino o tailandés que está de visita
en tierras germánicas puede anotarse, reservar y terminar comiendo goulash en
el comedor de un berlinés desconocido. Y todos contentos: el primero derrocha
sus ganas de alimentar a la sociedad y se gana unos mangos; y el segundo se
lleva una experiencia nueva y despunta las ganas de comer sentado a la mesa
junto a otros extraños hermanados sólo por el amor a la comida.
En la Argentina, el primer
proyecto de este tipo ya se encuentra en funcionamiento. Se llama CookApp
(www.cookapp.com) y fue diseñado por Tomás Bermúdez, un cocinero amateur amante
de los viajes que, después de un viaje por Río de Janeiro, se dio cuenta de que
este era el camino para celebrar la gastronomía verdadera. “Cuando viví afuera,
lo que más quería era salir a comer con gente del lugar y no encontraba
programas. Los restaurantes no son espacios para conocer a nadie. Jamás alguien
se va a dar vuelta de la silla y decirte hola. Había que armar un medio en la
Argentina que conectara a la gente que le gusta comer con la que le gusta
cocinar”, cuenta el emprendedor y agrega: “La experiencia de conocer personas
al mismo tiempo que nos reunimos alrededor de algo rico no tiene precio. Mi
idea es que todo el mundo pueda disfrutar de una buena comida casera cuando
quiera y donde sea que esté”.
Con la experiencia de los
restaurantes a puertas cerradas como antecedente, este fenómeno va más allá y
democratiza la cocina: ahora todos pueden convertirse en cocineros con
restaurantes propio por unas horas. Pero ojo: lo que parece tan divertido desde
afuera, puede transformarse en un plan chino a la hora de dar el primer paso.
“Sabemos que no resulta sencillo en primera instancia. No sólo por el tema de
la inseguridad, sino también porque hasta que no te abren la puerta en la casa
del anfitrión se tienen tantos nervios como cuando te invitan al cumpleaños del
amigo de un amigo. Una vez adentro volvés a sentirte cómodo, pero esos minutos
previos son difíciles. Por eso, queremos hacer que el medio digital sea lo más
parecido al offline, que funcione como la recomendación de un amigo”, señala
Bermúdez. Para lograrlo, todos los sitios están conectados a través de Facebook
para poder chusmear los perfiles de los miembros. Además, disponen de un
espacio para dejar críticas y recomendaciones.